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Pedaladas de pretemporada, delicias para los sentidos

El grupo se retuerce en una estrecha carreterita de inesperadas rampas. Una de esas vías que no aparecen en los mapas de carreteras y que sin embargo ofrece unas espectaculares vistas de los entornos. Un contexto montañoso cuya contemplación no deja indiferente, que varía en cada leve curva, con cada cambio de rasante. Una postal diferente en cada pedalada. Diego Pablo Sevilla sonríe con picaresca. El ciclista madrileño ejerce de sherpa en esta sesión de entrenamiento. “¿Pero por dónde nos has metido?”, le señala algún compañero mientras se retuerce sobre su Trek, negociando una rampa que supera con holgura el 12%. La ascensión a este Coll de La Garga tiene un punto de aventura. No es un destino habitual para la alta competición y acaso sea poco amable para la misma dada sus estrecheces. Pero tiene doble vertiente, aliciente nada desdeñable para confeccionar largas salidas, y en un escenario inmejorable para el cicloturismo o un buen entrenamiento de pretemporada. Tal es el caso.

Estas serranías alicantinas a tiro de piedra del Oliva Nova Beach & Golf Resort, provincia de Valencia allí en su límite con la alicantina, son el mejor de los escenarios para pulir el estado físico y sentar las bases de una temporada. Y para cualquier practicante del deporte de la bicicleta, un escenario de primera. No son montañas altas, ni tan siquiera las más altas del entorno. Pero sus panorámicas, ya sea la vertiente norte o por el lado sur, son espectaculares. En la cima, donde toma un trago de agua, come algo y se abriga para la bajada, el luxemburgués Michel Ries refuerza esa impresión. «Es alucinante», admite; «es un paisaje precioso». Pocos deportes, su práctica, ofrecen las posibilidades del ciclismo, ese recorrer y descubrir en constante contacto con el medio natural.

La Garga es largo, más de diez kilómetros desde que el grupo abandonó la carretera CV-715, rodando entre Sagra y Orba, para coger a la derecha la CV-721. No es una subida con mucho nombre, mediática, una integrante del ‘star system’ de las grandes montañas del ciclismo. El acceso no es ni intimidante ni tampoco espectacular; es modesto, corriente, pasa desapercibido. A cuatro kilómetros Vall de Laguar, reza un cartel. La subida comienza suave, entre explotaciones agrícolas donde los naranjos y los olivos, también las vides, son grandes protagonistas. En el horizonte, pequeñas serranías de sugerentes siluetas. Y en sus faldas, una dispersión de pequeñas concentraciones constructivas que permiten hacerse una composición de lugar sobre lo que está por venir. La carretera incrementa sus pendientes e hilvana varias herraduras en un entorno boscoso de coníferas. El asfalto es impecable. Y el grupo de corredores se estira. Selección natural.

El corpulento Antonio Puppio, una de las caras nuevas, con menos kilómetros en sus piernas, busca su ritmo sin dejarse ir. Juan Pedro López, Isaac Cantón o Michel Ries se destacan. La forma de mediados de diciembre no es uniforme ni tampoco realmente relevante. Son días de trabajo y carga. La Vall de Laguar aguarda a los ciclistas. Los pinos vuelven a cederle el testigo a los olivos en los entornos de Campell, pequeña población de curiosa travesía. Esta zona cuenta con una tupida red de pequeñas carreteras asfaltadas y cementadas. Alternativas múltiples. Los chicos del Kometa Cycling Team se dirigen a Benimaurell, población que aguarda en el horizonte. A la derecha alguna curva de vaguada regala vistas inolvidables sobre todas las llanuras cercanas vecinas del Mar Mediteráneo. Playa y montaña.

La llegada a las cercanías de Benimaurell lo cambia todo. El poblado fagocita la anchura de la plataforma y engulle en sus calles una carretera de buen asfalto y anchura aceptable. La empinadísima calle Colón y el Carrer del Pou, su continuación tras giro a la izquierda,  hace el resto. El grupo se retuerce. Restan tres kilómetros para alcanzar la cumbre, en la Venta del Collao, tres kilómetros entre explotaciones agrícolas que crecen en las terrazas que intentan domar las laderas de un paisaje salvaje. Muchísimos almendros entre muchos porcentajes. Qué lejos quedan ahora mismo las explotaciones de naranjos que han acompañado muchas pedaladas antes y volverán a hacerlo después. Un entorno de gran belleza… ¡Y con doble vertiente! Un lugar acaso imposible para el ciclismo profesional en competición por la estrechez de la ruta o el firme en algunos puntos. Cuesta imaginarse un descenso por esa revirada ruta que en poquísimos kilómetros, en un entorno de tupidos bosques de coníferas, conecta la cumbre a 766 metros con el lecho de un valle, con un acceso complejo a la CV-720, labrado por el río Gorgos. Como antes tocó la pequeña cota de la CV-728, entre las urbanizaciones Arboleda y L´Almunia, ese Port Sorell que también conoce el Gran Fondo Alberto Contador, es momento ahora pedalear hacia el Coll de Rates, escenario habitual de las primeras pedaladas de pretemporada de los muchos equipos profesionales, WorldTour, contipro o continentales, que se acercan por estas fechas a estos pagos de la Comunitat Valenciana.

El tráfico es inexistente. Y la climatología, aunque el día está cubierto, sigue regalando una temperatura muy agradable. No es nada raro que se crucen bloques de diferentes formaciones, grupos organizados de practicantes o cicloturistas solitarios. Unos vienen, otros van. Saludos entre ciclistas y coches.  Y otra jornada más de entrenamientos por un paraíso, en todos los sentidos. Toca volver al majestuoso campamento base de Oliva Nova Beach & Golf Resort. Turno para los masajes, para nuevas charlas con el staff, para nuevos encuentros sobre material, para un paseo por la playa. Y para el día siguiente, nuevas carreteritas alucinantes con las que disfrutar de unos entornos sublimes.

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