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Gerard Cano y Miguel Domínguez, dos juveniles de segundo año con una pasión labrada en los Pirineos

Los Pirineos son algo más que un macizo montañoso de 400 kilómetros, redondeando hacia abajo, que separa España de Francia, la Península Ibérica del resto de Europa. Para el caso que ocupa estas líneas, aunque por circunstancias distintas, los Pirineos son la cuna de sendas pasiones ciclistas con sueños de un futuro profesional.

Tanto el catalán Gerard Cano como el castellano-leonés Miguel Domínguez, juveniles de segundo año que se incorporan al proyecto de la Fundación Contador en esta categoría, tienen su vínculo con las montañas que toman su nombre, habla la mitología, de aquella enamorada de Hércules que le seguía y que falleció durante uno de sus doce trabajos.

Gerard Cano.

Para Gerard Cano (8 de agosto de 2005) los Pirineos acogen las rutas de casa. El ciclista de Campdevànol tiene un entorno privilegiado para entrenarse. “Subidas que llegan a los 2.000 metros tengo varias muy cerca de casa. Vallter 2000, La Creueta, Pal, Les Barraques… Esta zona es una maravilla. Tenemos una ruta que es un poco una tradición en la que en 70 kilómetros, o menos, subimos Pardines, Brugeres, Queralbs y Campelles y gestionamos unos 2.000 metros de desnivel positivo”. Y sin embargo el gerundense no se define como un escalador puro: “Se me da bien subir, me gusta escalar, y también creo que bajo bien. Hasta ahora mis experiencias con las cronos han sido buenas y en el pasado he hecho mucha pista y llegué a ser campeón catalán de todas las modalidades. Estoy en un fase de formación, pero de momento soy muy polivalente y completo. ¡Veremos hacia dónde vamos!”.

Los Pirineos son una cuna para la afición a la bicicleta más allá de lo personal: también de la familia. “Mi abuelo Alfons Cano ya corría en bici, era un fanático de este deporte. Le acabó pasando esta afición a mi padre, Josep, quien llegó a competir en el campo aficionado y estuvo en el PDM. Los dos me contaban batallitas e historias y me fue picando la curiosidad cada vez más. Mis padres me avisaban que era muy sacrificado y muy exigente, pero yo quería probarlo. Yo creo que tenía unos 13 años cuando toque por primera vez la bici, hicimos una ruta de 40 kilómetros y acabé en casa hecho polvo, sin poder levantarme. Pero lejos de parar, seguí con la bici”, explica.

El joven Gerard estudia un grado medio de Guia en el Mendio Natural y en el Tiempo de Ocio y confía con seguir cursando estudios superiores, profundizando en el campo de la nutrición. También se muestra admirador de un ciclista muy joven, excorredor de la misma estructura en la que competirá en 2023: Carlos Rodríguez. “Es un corredorazo, lo tiene todo. Te puede hacer un etapón en una vuelta de una semana, está en la pelea en una vuelta de tres semanas, te puede colocar a un sprinter para la volata… Y se está sacando una carrera mientras compite al más alto nivel”.

Cano llega a la Fundación Contador desde la Unión Ciclista Vilanova. “Cuando comencé a competir en Escuelas lo hice en la Escuela de Ciclismo de Olot porque teníamos contacto con Carles Torrent. Y allí estuve hasta el segundo año de cadete. Después competí con la UC Vilanova”. “Mis padres realmente no quieren que haga ciclismo, pero respetan mucho mi decisión. Ellos me recuerdan siempre que pueden que cuando yo quiera lo puedo dejar, que no me sienta forzado a seguir. Que esto es muy duro. Soy consciente. Pero de momento no tengo ninguna presión. Y me encanta este deporte”.

Miguel Domínguez.

La decimonovena etapa del Tour de Francia de 2018 conectaba Lourdes con Laruns con un trazado de algo más de 200 kilómetros en el que había que afrontar las subidas al Col d’Aspin, el Col du Tourmalet, el Col des Borderes, el Col du Soulor y el Col d’Aubisque. Ese día ganó Primoz Roglic y testigo directo de las andanzas del gran corredor esloveno fue un chavalín de Salamanca que había acudido con familiares y amigos a ver la etapa en directo.

Allí, ese día, Miguel Domínguez (16 de noviembre de 2005) quedó cautivado por el ciclismo. Al menos definitivamente. “Yo creo que ese verano ya comenzamos a montar más en bici y más en serio. Mi padre siempre ha practicado ciclismo, ha hecho la Quebrantahuesos, ha hecho pruebas de bici de montaña, ha competido en alguna como la Ruta Vetona que combina BTT y trail… En casa siempre se ha visto ciclismo en la tele y siempre hemos tenido nuestros paseos, por supuesto en las vacaciones familiares en Piedrahita. Pero esta etapa fue un poco el punto de inflexión”, recuerda.

Tras ese Tour acabó llegando la inscripción a la Escuela de Ciclismo Promesal, donde llegó estando en el segundo año de la categoría infantil. Y hasta hoy. Un camino lleno de experiencias en el que ha seguido disfrutando del ciclismo de élite. “De estos años he disfrutado mucho con Chris Froome, era un ciclista que me gustaba mucho. Aunque ya no gane como hace unos años, su forma de ser, su forma de actúar… siempre me gustó. Del panorama más actual es muy difícil escoger. Me gustan varios”.

¿Cómo se define Miguel Domínguez como ciclista? “No lo sé, aunque se me da mejor la subida, cualquier tipo. En la Challenge Montaña Central disfrutaba mucho la subida a Carabanzo, que es corta, pero con su pendiente, se va a mil por hora y siempre he estado delante. Más allá de esto me encanta la subida al Puerto de la Peña Negra, que está al lado de mi pueblo”. Domínguez cursa segundo de bachillerato y se plantea proseguir estudios en alguna carrera: “Tengo varias opciones en la mente, pero aún no tengo ninguna decidida”.

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